Se lider de tu propia Vida

La Felicidad en la mirada de Daniel Gilbert Profesor de Harvard

 

En una encuesta realizada hace años en Francia, el 89 por ciento de los participantes reconocieron que el hombre necesitaba encontrar un sentido a su vida. El psiquiatra Viktor Frankl afirma que la neurosis de nuestra sociedad es el vacío existencial. Y para evitarlo, lo rellenamos con aquello que después tememos perder, ya sea juventud, belleza, una casa envidiable o un puesto de prestigio en una empresa. En definitiva, creemos que nuestra identidad y nuestra valía personal dependen del tener, que no del ser. Y ese es el origen de nuestros miedos. Difícilmente podremos perder lo que somos, pero sí lo que poseemos. Quizá nos hemos empeñado en buscar la felicidad donde no se encuentra. Como recoge Daniel Gilbert, profesor de psicología de la Universidad de Harvard:

La sociedad quiere que consumamos, no que seamos felices.

En la medida en que sepamos aceptarnos y querernos como somos, podremos ser más felices. ¿Y acaso no es la felicidad lo que todos buscamos?

Es uno de los asuntos más relevantes de nuestra vida, pero de la felicidad sabemos poco. Ahora dos libros nos cuentan cosas sorprendentes sobre ella: que se trata de un invento reciente y que no se busca, sino que se encuentra.

Pocos asuntos son más relevantes en la vida de cada uno que el grado de su felicidad, y sin embargo sólo parecen ocuparse intensamente de ella los letristas de canciones baratas y los redactores de los consultorios sentimentales y de los horóscopos en las revistas para quinceañeras. Psicólogos y psiquiatras prestan mucha mayor atención a las diversas formas de la amargura, igual que los novelistas serios, que suelen confundir la felicidad con la cursilería, y se mueven más cómodamente en el retrato de personajes sombríos que de gente dichosa. ¿Necesitaremos estar enfermos para saber algo sobre la salud, y ser desgraciados para reflexionar acertadamente sobre la felicidad?

En los últimos meses se han publicado dos libros serios sobre este tema crucial que parecía condenado como máximo a las estanterías de manuales de autoayuda. El primero es de un historiador, Darrill McMahon, y el segundo de un profesor de Psicología de Harvard especializado en las ciencias del conocimiento, Daniel Gilbert. En su libro Happiness: a History, McMahon rastrea los 2.000 últimos años para demostrar que la felicidad, como tantas cosas que nos parecen inmemoriales, en realidad es un invento muy reciente. Un invento, para ser exactos –como la democracia o el sistema métrico decimal– de los ilustrados europeos de mediados del siglo XVIII, que por primera vez la incluyeron entre las expectativas terrenales de los seres humanos, rescatándola del aplazamiento condicional y más bien hipotético para la otra vida en el que la situaba el cristianismo. Hizo falta la Declaración de Independencia americana de 1776 para que la búsqueda de la felicidad –“the pursuit of happiness”, en las hermosas palabras de Thomas Jefferson– se convirtiera en uno de los derechos fundamentales de los seres humanos.

Pero la expectativa de la felicidad ocasiona muchas veces una acentuación de la amargura, atestigua McMahon, y podemos corroborar casi todos nosotros. Quien espera demasiado vive en peligro permanente de frustración, a diferencia de quien espera poco o nada, y son las sociedades de mayor bienestar las que garantizan unos ingresos más abundantes a los psicoterapeutas y a los echadores de cartas. No hay un niño más neurótico que el que lo tiene todo y el que recibe satisfacción instantánea de todos sus caprichos.

Que la felicidad se convierta en decepción al cumplirse los deseos con los que la asociábamos es otro antiguo misterio muy visitado por la literatura, y explorado desde la perspectiva de la psicología experimental por Daniel Gilbert en su libro recién aparecido, Stumbling on Happiness, cuyo mismo título ya equivale a una conclusión: la felicidad no se busca, ni se persigue, ni se conquista; con la felicidad se tropieza, unas veces para bien y otras para mal.

Cambiamos muy rápido, observa Daniel Gilbert, y muchas veces la persona que obtiene una cosa ya no es la misma que la deseó. Pero también es verdad, aunque en sentido opuesto, que lo más temido casi nunca es tan terrible como se imaginaba, y que una mayoría muy considerable de las personas que sufren experiencias pavorosas acabaran recuperándose de ellas. En cada uno de nosotros hay como un termostato emocional que nos mantiene regularmente a salvo de las sensaciones extremas, y eso puede ser tan saludable para las positivas como para las negativas.

El cerebro tiene un cierto sistema inmunológico-psicológico (término metafórico) para auto engañarnos y hacernos cambiar fácilmente la forma de ver las cosas, con el objetivo de superar las decepciones y seguir adelante. Al cerebro no le interesa la verdad sino sobrevivir.

 

 

El psicólogo de la Universidad de Harvard, Daniel Gilbert, es entrevistado por Eduard Punset:

 

 

Eduard Punset:
Una de las cosas en la que más insistes, y eres famoso en todo el mundo por ello –y por otras cosas–, es lo que denominas el “impact byas”, es decir, el hecho de que cuando las personas intentan anticipar el afecto, el amor o la felicidad que sentirán, siempre se equivocan, siempre se hace una predicción por exceso. ¿Por qué sucede esto, o cómo?

Daniel Gilbert:
Es un aspecto interesante y sorprendente del ser humano: a menudo se comete el mismo error dos, tres y a veces hasta cuatro veces. Pero evitar este error no es tan simple como tu sugieres. Para evitar un error hay que ser consciente de que se ha cometido. Y uno de los resultados que hemos obtenido de nuestra investigación es que las personas se equivocan con lo felices que serán y también recuerdan mal lo felices que fueron. La prospección – mirar hacia delante – y la retrospección – mirar al pasado – de la gente a menudo se corresponde bastante bien, pero lo que sucede es que ninguna de las dos se corresponde con la experiencia que tuvieron. Un ejemplo es que si un mes antes de unas elecciones se pregunta a las personas cómo se sentirán si pierde su candidato después de las elecciones, la respuesta es que será terrible. Un mes después de las elecciones se les pregunta cómo se sienten en realidad y la respuesta es: bien.

Eduard Punset:
¿Es cierto que el cerebro, de alguna manera, nos vuelve a colocar en el punto de partida, para que no estemos sobreexcitados o excesivamente deprimidos? ¿Es así como funciona?

Daniel Gilbert:
Las emociones son una especie de brújula que orienta en una cierta dirección, pero una brújula que siempre marca el norte no sirve para nada. Si las emociones siempre están en “felicidad”, dejan de ser una guía útil para reaccionar ante los cambios o nuevas situaciones que nos encontremos. Por eso no se puede estar siempre en un único estado emocional, porque las emociones están hechas para fluctuar como la aguja de una brújula.

Eduard Punset:
O sea que lo están oyendo … y como todas las emociones, es transitoria, no existe la felicidad eterna. Esto es lo que dices ¿no?

Daniel Gilbert:
Pero tampoco existe la infelicidad eterna. Esto es lo importante.

Eduard Punset:
Hay otra invención vuestra: tuya y de tus colegas, que habéis puesto sobre la mesa, y es “el vacío de empatía” (empathy gap). Que pone el acento en el carácter transitorio de nuestras emociones y las diferentes formas de reaccionar. ¿A qué os referís exactamente con la noción de “vacío de empatía” (empathy gap)?.

Daniel Gilbert:
El “vacío de empatía” es la incapacidad del “yo” actual para empatizar con el “yo” futuro, de ser realmente capaces de ponernos en el lugar de la persona que vamos a ser. Todos hemos tenido esta experiencia, hacemos una gran comida familiar en vacaciones y comemos y comemos y comemos, y al final de la comida decimos: nunca más voy a comer. Y si alguien pregunta: ¿qué te gustaría desayunar mañana? Dices: mañana no tendré hambre. Tu “yo” actual ha comido tanto que no puede concebir la idea de un “yo futuro” con hambre. Tenemos datos muy fiables que demuestran que cuando las personas no tienen hambre y van a comprar al supermercado no compran lo suficiente para toda la semana, porque no pueden imaginar que después, a lo largo de la semana, volverán a tener apetito. Cuando nos encontramos en cualquier clase de estado emocional: hambre, excitación sexual, miedo, alegría, nos resulta muy difícil imaginar que nuestros “yos” futuros no se encontrarán exactamente en el mismo estado. ¿Cuántas personas conoces que apagan el cigarrillo y dicen: no fumare más, voy a ser otra persona? Esto es algo muy fácil de decir cuando el nivel de nicotina que tienes en la sangre es muy alto, porque ahora mismo es verdad que no quieres otro cigarrillo, y es muy difícil imaginar que mañana te estarás subiendo por las paredes y rebuscando en los cajones de los demás para encontrar un cigarrillo.

Eduard Punset:
Creo que has sugerido, en esto de la predicción excesiva, equivocada, es que hay una especie de sistema psicológico inmunológico– ya sé que es una metáfora – que te prepara para lo mejor y lo peor. ¿Es cierto esto? ¿Has identificado este sistema inmunológico?

Daniel Gilbert:
Sí, todo el mundo que ha tratado el tema de la felicidad desde Aristóteles ha subrayado el hecho de que los seres humanos quieren ser felices y lo intentan, pero cuando no lo consiguen encuentran una manera alternativa de crear la felicidad. Esta observación sobre los humanos no es nada nuevo, somos increíblemente capaces de cambiar nuestro punto de vista sobre el mundo para que nos haga sentir mejor respecto al mundo en el que nos encontramos. Hay pocas personas que sean conscientes de hacerlo, muy pocos se dan cuenta de cuándo están modificando los hechos, alterando la realidad, para sentirse mejor; es como si tuviéramos un talento invisible, un escudo invisible, un sistema inmunológico psicológico que nos protege de “los golpes y dardos de la malévola fortuna”, como decía Shakespeare, pero los psicólogos sí somos conscientes de que existe y que éste es en parte uno de los motivos por los que cometemos errores al predecir nuestras propias reacciones emocionales. Creemos que nos enfrentamos al futuro sin contar con un aliado, y sin embargo todos tenemos en nuestro cerebro a un aliado, un amigo, un ayudante, que en caso de que algo negativo nos suceda en el futuro nos ayudará a sobrellevarlo.

Eduard Punset:
Parece ser, que si te afecta un desastre, o algo serio como romperte la pierna, los mecanismos de recuperación de la felicidad se activan, pero no se activan cuando esta frustración proviene de cosas triviales, como dejarse los platos sucios en la mesa.

Daniel Gilbert:
Cuando experimentamos traumas verdaderos, que en realidad nos afectan, nos hieren, afectan nuestra autoestima o ponen en peligro la felicidad, es cuando se activa el sistema inmunológico psicológico; por ejemplo un divorcio, la muerte de los padres, la pérdida del trabajo… estos son sucesos muy importantes en la vida, y en cuanto suceden el sistema inmunológico psicológico se activa y ayuda a la persona a encontrar de nuevo la felicidad. Los traumas pequeños, lo que podemos denominar “contrariedades”, no tienen suficiente poder para activar el sistema inmunológico psicológico, o sea que aunque nos hacen sentirnos un poco mal, seguimos sintiéndonos un poco mal. Quizá una forma mejor de explicar esto es que la gente no racionaliza los traumas muy pequeños, pero si me abandona mi mujer yo diré: “nunca fue la mujer para mi y soy más feliz sin ella…”

Eduard Punset:
El mecanismo comienza a funcionar…

Daniel Gilbert:
Uno mismo fabrica nuevas historias que hacen que cambie la forma en que percibimos el mundo y la forma de sentirse. Cuando se rompe un cordón del zapato no se dice “estoy mejor sin el cordón”, lo que se dice es “caramba, necesito cordones nuevos porque llevo todo el día perdiendo el zapato”. Hemos demostrado que estas pequeñas contrariedades pueden causar más preocupación a largo plazo que los problemas importantes. Una buena analogía es una enfermedad física: si te rompes una pierna haces algo para que se arregle, este es un problema mayor: se va al hospital, donde la enyesan, y después de 6 meses la pierna vuelve a estar bien. Pero si tenemos un problema de rodilla, porque nos hacemos mayores, éste no es suficientemente importante como para ir al médico. No duele mucho pero dolerá para siempre porque no se hace nada para resolverlo. Ésta es exactamente la misma lógica que la metáfora del sistema inmunológico psicológico: si el trauma no es suficientemente importante el sistema inmunológico psicológico no se activa y no hace nada por curar el trauma.

Eduard Punset:
Ahora una pregunta básica, que seguro que la audiencia está esperando: es sobre la riqueza. La búsqueda de la riqueza, el dinero, para asegurar la felicidad.

Daniel Gilbert:
Hay dos respuestas muy populares muy extendidas a la pregunta de si con el dinero se puede comprar la felicidad. Las respuestas son: sí y no. Los líderes espirituales dicen que no, y la gente que crea productos y los anuncia por la televisión dice que sí. Y resulta que las dos están equivocadas porque son muy simples. El dinero sí compra la felicidad: cuando te permite pasar de la pobreza a un estatus de clase media. El dinero no compra la felicidad: cuando te permite pasar de la clase media a la clase media alta. Un vaso de vino te hace sentir muy bien, dos te hace sentir maravilloso, pero 100 vasos de vino no te hacen sentir 100 veces mejor, te hacen sentir peor. Es decir que una de las maldiciones de la riqueza es que decepciona, ya que no proporciona lo que se esperaba. Las relaciones sociales en todo el mundo son uno de los mejores índices de predicción de la felicidad humana…

Eduard Punset:
¿Mejor que la riqueza?

Daniel Gilbert:
Mucho mejor, hay una correlación muy clara y fuerte. Una actitud inteligente sería intentar maximizar la felicidad utilizando la riqueza que se tiene para aumentar el tiempo disponible para las relaciones sociales. Hay pocas personas, en mi país al menos, que se paren en los $50.000 y digan: voy a trabajar media jornada y el resto del día lo pasaré con mi familia.

Eduard Punset:
Probablemente, si tenemos en cuenta tus investigaciones sobre la relación del dinero con la felicidad, lo que intentamos asimilar como política de la izquierda — aumentar los niveles de ingresos de los más pobres — es una política mejor que las de centro o derecha, que intentan aumentar los ingresos de todos. ¿Explica esto por qué es una menos popular que la otra?

Daniel Gilbert:
Gracias a Dios no soy un científico político, porque son todavía menos felices que los parasitólogos… pero el caso es que si una persona tuviera el control de la distribución de la riqueza de toda una población, y el único objetivo fuera maximizar la felicidad en esa población, se debería frenar a la gente cuando ha ganado el máximo necesario para ser feliz . Si hay $100.000 en el mundo y hay dos personas, se creará más felicidad si a cada uno se le da 50.000 que si se le da 90.000 a uno y 10.000 al otro.

Eduard Punset:
En algún sitio has dicho que “la sociedad quiere que consumamos, no que seamos felices, y las personas quieren ser felices”. ¿Cómo podemos desenvolvernos en esta paradoja, o contradicción?

Daniel Gilbert:
Hay muy pocas personas que piensen que sea responsabilidad suya individual mantener viva la economía. Las personas creen que su responsabilidad consiste en maximizar su propia felicidad. A la economía –y pensamos en ella como si fuera alguien que nos mira desde arriba– no le preocupa si los consumidores son felices, lo que le preocupa es que los consumidores consuman. La manera en que confluyen estos dos intereses consiste en que las sociedades convencen a las personas de que el consumo les traerá la felicidad. De esta manera las personas siguen consumiendo, en busca de felicidad, y la economía de la sociedad sigue adelante porque los consumidores van consumiendo. Se puede pensar en esto como una mentira, porque sabemos a partir de los datos que tenemos, que el consumo sin límites no proporciona la felicidad.

Eduard Punset:
Daniel, dices que otra de las cosas de las que aparentemente no nos damos cuenta es que tener más posibilidades de elección no significa ser más feliz. ¿Qué quieres decir con esto?

Daniel Gilbert:
Te puedo poner un ejemplo de un experimento, porque esto es muy fácil de demostrar de forma experimental. A un grupo de estudiantes, que estaban haciendo un curso en fotografía, les explicamos cómo hacer y revelar las fotos. Al final del curso tenían dos fotografías maravillosas, en blanco y negro de 8 x 10, de las que estaban muy orgullosos. Les dijimos que ellos se podían quedar una y que nosotros nos quedaríamos la otra. A la mitad de los estudiantes se les dijo que si cambiaban en cualquier momento de opinión y querían cambiar la foto no pasaba nada, y a la otra mitad se le dijo que una vez que habían tomado una decisión ésta era irrevocable. Hicimos un seguimiento de los estudiantes, de lo satisfechos que estaban con la foto que habían elegido, y no había ninguna duda en los resultados: los que no tenían opción a cambiarla estaban más contentos. Los que tuvieron la posibilidad de cambiarla vivían en un estado de duda: hice la elección correcta, quizá me equivoqué. Pero lo más interesante es que en nuestros experimentos, cuándo se le pregunta a las personas “¿en cuál de estas dos condiciones anteriores te gustaría estar?” siempre escogen “el poder elegir”. Es decir que esto es muy importante: sabemos que una de las dos situaciones hace a la gente más feliz que la otra, y sin embargo siempre escogemos la que no nos hace feliz.

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11 years ago 0 Comments Short URL

Author: Ana Maria Weil

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