Se lider de tu propia Vida

La Hoja en Blanco

 

Al inicio de una conferencia sobre el estrés el orador colgó frente al público una gran hoja de papel blanco.

Con un marcador negro dibujó luego una mancha irregular.

¿Qué ven aquí? Preguntó.
Uno tras otro, los presentes fueron contestando: Una mancha negra.
Eso supuse, dijo el orador.

Ninguno de ustedes se enfocó en la hoja blanca, aunque tiene una superficie mucho mayor.
Precisamente de eso hablaremos esta noche.

¿Cuál es la conversación en la que te enfocas, en todo lo que tienes o en lo que te hace falta, en lo que sabes o en lo que no dominas, en lo que puedes o en lo que te gustaria hacer?

Tu Actitud dependerá de cual sea la conversación en la que te enfoques, y de acuerdo a ella actuaras y asi seran tus resultados.

No te gustan ?

Cambia tu conversacion interna y cambiaran tus resultados.

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La Confianza

La Confianza
En una ocasión iban tres montañeros a pasar un fin de semana a un frondoso bosque; uno era el “fuego“, otro el “agua” y otro la “confianza“.
Al entrar en el bosque les salió a su paso el guardabosque y les dijo: “¿a dónde se dirigen ustedes?”, y ellos respondieron: “a pasar el fin de semana en el bosque“, el guardabosque les contestó: “tengan mucho cuidado ya que es un bosque muy peligroso, muchas personas que entraron no lograron salir jamás“.
El fuego le contestó: “yo no tengo ningún miedo, si me pierdo, comenzaré a emitir humo de mí y así me encontrarán fácilmente“.
El agua también con muchas ganas le respondió: “pues yo tampoco tengo problemas, siempre ruedo hacia abajo, me diluyo y a mi alrededor siempre brota la hierba verde, pronto me encontrarían“.
Entonces el guardabosque se dirige a la confianza y le pregunta: “¿y usted quién es?”.
La confianza responde: “yo soy la esperanza y estoy pensando en no entrar en el bosque, porque cuando alguien me pierde casi nunca me vuelve a encontrar“.

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Cual es el nombre de la mujer que limpia la Escuela?

Durante el segundo semestre en una escuela de enfermería, un profesor hizo a sus alumnos un examen sorpresa. La última pregunta de la prueba era: «¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela?»
Los alumnos pensaron que seguramente era una broma. Habían visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, de cabello oscuro, como de cincuenta años, pero ¿cómo iban a saber su nombre? Al entregar el examen, dejaron la última pregunta en blanco. Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si esa pregunta contaría para la nota del examen.
«Absolutamente» –dijo el profesor–. «En sus carreras ustedes conocerán muchas personas. Todas son importantes y merecen su atención, aunque solamente les sonrían y les digan: “¡Hola!”, llamándolas por su nombre».
Nunca olvidaron esa lección. Todos aprendieron enseguida que su nombre era Dora.

….Y usted, ¿sabe el nombre de las personas que le sirven?

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Dos Amigos, Leyenda Arabe

Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro.

El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:

HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGÓ UNA BOFETADA EN EL ROSTRO.

Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse.

El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo.

Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra:

HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVO LA VIDA.

Intrigado, el amigo preguntó:

¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?

Sonriendo, el otro amigo respondió: “Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo”.

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Poema a la Amistad , Borges

No puedo darte soluciones para todos los problemas de la vida,

ni tengo respuestas para tus dudas o temores,

pero puedo escucharte y compartirlo contigo.

No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro.

Pero cuando me necesites estaré junto a ti.

No puedo evitar que tropieces.

Solamente puedo ofrecerte mi mano para que te sujetes y no caigas.

Tus alegrías, tus triunfos y tus éxitos no son míos.

Pero disfruto sinceramente cuando te veo feliz.

No juzgo las decisiones que tomas en la vida.

Me limito a apoyarte, a estimularte y a ayudarte si me lo pides.

No puedo trazarte limites dentro de los cuales debes

actuar, pero si te ofrezco el espacio necesario para crecer.

No puedo evitar tus sufrimientos cuando alguna pena te

parta el corazón, pero puedo llorar contigo y recoger

los pedazos para armarlo de nuevo.

No puedo decirte quien eres ni quien deberías ser.

Solamente puedo quererte como eres y ser tu amigo.

En estos días oré por ti…

En estos días me puse a recordar a mis amistades mas preciosas.

Soy una persona feliz: tengo mas amigos de lo que imaginaba.

Eso es lo que ellos me dicen, me lo demuestran.

Es lo que siento por todos ellos.

Veo el brillo en sus ojos, la sonrisa espontánea y la

alegría que sienten al verme.

Y yo también siento paz y alegría cuando los veo y

cuando hablamos, sea en la alegría o sea en la serenidad,

en estos días pensé en mis amigos y amigas,

entre ellos, apareciste tú.

No estabas arriba, ni abajo ni en medio.

No encabezabas ni concluías la lista.

No eras el numero uno ni el numero final.

Lo que se es que te destacabas por alguna cualidad que

transmitías y con la cual desde hace tiempo se ennoblece mi vida.

Y tampoco tengo la pretensión de ser el primero,

el segundo o el tercero de tu lista.

Basta que me quieras como amigo.

Entonces entendí que realmente somos amigos.

Hice lo que todo amigo:

Oré… y le agradecí a Dios por ti.

Gracias por ser mi amigo

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Valores

“Y así… a las puertas del cielo llegaron un día cinco viajeras.
-¿Quiénes son ustedes?- les preguntó el guardián del cielo.
-Somos- contestó la primera- La religión…
-La juventud… dijo la segunda.
-La comprensión… dijo la tercera.
-La inteligencia…dijo la siguiente.
-La sabiduría… dijo la última.
-Identifíquese!! Ordenó el cancerbero.
Y entonces…. La religión se arrodilló y oró. La juventud se rió y cantó. La comprensión se sentó y escuchó. La inteligencia analizó y opinó.
Y la sabiduría… contó un cuento”

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El Clavo

Cierto habitante del bosque decidió un día construirse una casita de madera.

Resulta que, después de varios meses, la construcción avanzaba a paso de tortuga, aunque nuestro amigo dedicaba una enorme cantidad de energía a clavar los clavos que debían unir las tablas de su vivienda. Nueve de cada diez veces golpeaba a un lado del clavo o bien lo hacía sobre su dedo pulgar. Estaba cada vez más desanimado y cuantos más clavos utilizaba, más torcidos le salían.

Por la noche siempre volvía agotado.

Ya no sabía qué hacer.

Había oído hablar de un gran ingeniero que era también maestro carpintero y que tenía mucha experiencia.

Finalmente decidió ir a consultarlo.

Le explicó cuál era su problema y, después de un momento de reflexión, el maestro carpintero le dio los siguientes consejos:

– Primero revisa tus ojos para estar seguro de ver bien cuando vayas a golpear sobre el clavo.
– Después revisa tu brazo para asegurarte de que no tiemble.
– Luego revisa tus herramientas, comenzando por el martillo.
– Sobre todo, encuentra tu manera personal de golpear sobre el clavo. Es mejor golpear menos veces, pero con más eficacia.
– Adopta un método de trabajo; por ejemplo, comienza con los clavos más pequeños, después los clavos más grandes y así sucesivamente.
– Resumiendo, estudia, analiza y encuentra un método que te permita golpear más eficazmente sobre el clavo.

Nuestro amigo volvió con esas recomendaciones. Se tomó la molestia de analizarse y de encontrar los medios que le permitieran trabajar bien, y poco a poco lo logró totalmente.

Algunos meses más tarde su casa estaba construida.

Al año siguiente el gobierno de la ciudad organizó un concurso en su barrio y fue él quien ganó el premio otorgado a la casa más bella.

Michel Dufour

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El anillo

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien-asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Que importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
-58 monedas??!-exclamó el joven.
-Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

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Persiguiendo dos Conejos

Un estudiante de artes marciales se aproximó el maestro con una pregunta. “Quisiera mejorar mi conocimiento de las artes marciales. Además de aprender contigo quisiera aprender con otro maestro para aprender otro estilo. ¿Que piensas de esta idea?”

“El cazador que persigue dos conejos”, respondió el maestro, “no atrapa ninguno”.

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La Taza Vacía

Según una vieja leyenda, un famoso guerrero, va de visita a la casa de un maestro Zen. Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.

Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.

Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.

Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.

Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.

El maestro le responde con tranquilidad “Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?

Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó: ” A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada”

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